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¿Qué tapa la tapa?

Reflexiones sobre la belleza

 

Pole Mayorga.

Celebramos que luzca orgullosa su cuerpo, lástima que la portada sea quien lo señale, connotando esa «particularidad».
Hubiera sido raro leer una tapa que mencione algo así como «Tal posa orgullosa su perfil a pesar de su prominente nariz».
Con posar o lucir orgullosas ya es suficiente. Y si la entrevistada quisiera tocar el tema – como tantos temas personales que comparten con lectores- ningún problema. Sería parte de lo que la princesa quisiera abonar al campo de la deconstrucción de estereotipos.

Presos de ellos – de los estereotipos- tratamos de encajar a costa de enormes esfuerzos. Me pregunto si en vez de reducir kg y calorías no sería más práctico y amoroso ampliar nuestra idea de belleza.

De hecho la idea de belleza es móvil. Sí, aquello que consideramos un concepto inequívoco e inmutable, lejos está de serlo.
El ideal de belleza está permanentemente formateado desde la silenciosa acción de la sociedad con su juego de imágenes y sutiles comentarios que marcan ideales (cambiantes) a los que perseguimos como objetivo para «sentirnos bien con nosotros mismos». (Reducido a «me siento bien porque le agrado al otro»). De esta enajenación hemos sido víctimas y victimarios. Cooperamos a abonarla pasivamente siendo soldados obedientes de la moda, las dietas y todo aquello que nos acerque al uniforme y estrecho sentido de belleza imperante. Y lo hacemos activamente cuando promulgamos, señalamos, criticamos o incluso – nueva tendencia- creemos que estamos militando para la salud.

Ay, de nuestra inocencia!. Siempre móvil el canon de belleza se vuelve ideal porque siempre está un poco más allá de mí, inasequible.
En épocas de sobreabundancia de oferta y consumo, la belleza es estar flaca a pesar de todo (y de todos los productos que nos llaman desde las góndolas).
¿No es llamativo acaso que en tiempos remotos de escasez las formas de la belleza radicaran en cuerpos voluminosos de vientres redondeados? (Sólo ver Las Tres Gracias de P. Rubens por citar uno de múltiples ejemplos barrocos o renacentistas).

Mi abuela – que nació con el siglo- decía que en su provincia las jóvenes de alcurnia lucían con orgullo los pelos en sus brazos (las otras partes estaban ocultas, claro) porque las «indias» (pobladores originarios) lugareñas eran lampiñas.
Por lo que ese vello que hoy sería escandalosamente impropio ¿qué representaba sino la pertenencia a una valorada casta social?
Nuevamente la belleza queda en un lugar incómodo y aspiracional. Peligrosamente unida a un estrato social. Lindo o feo, bello o innoble… depende. Depende de la subjetividad que el colectivo social esté conformando laboriosa y silenciosamente en cada época.No reduzcamos los talles, ampliemos nuestro ideal de belleza. Hagamos más lugar así cabemos todas!

«SI no puedes con ellos, úneteles» aparentemente lo dijo Constantino pero bien podemos decírselo nosotros a las arrugas o signos del tiempo que claramente ganarán a la larga sin importar las costosas cremas con que les hagamos frente!