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Significado y poder personal

“La búsqueda de significado y el despertar de nuestro poder personal”

Tu dolor no es más que la ruptura
del cascarón que encierra tu entendimiento.
KAHLIL GIBRAN

En artículos anteriores hablamos sobre Crisis. Profundizamos su etimología y sentido, coincidimos en la cercanía que suscita esta palabra/ vivencia. Vimos que crisis hay de todos los colores: internas, profundas y silenciosas. Internacionales, ruidosas y repletas de acontecimientos externos que nos dejan expuestos, vulnerables, temblorosos.

Jung escribió alguna vez que el significado hace soportable muchas cosas…”todo quizás”. Somos seres privilegiados al poder comprender y justamente lo que más nos confunde y perturba durante la crisis es cuando no entendemos….

Howard Sasportas, en su libro Los dioses del Cambio, sostiene que tenemos más probabilidades de enfrentarnos de manera constructiva con el dolor si podemos encontrar  alguna especie de significado, relación o propósito. Y es justamente, en esos momentos de turbulencia interna, cuando buscamos acompañamiento.

Queremos ampliar nuestro horizonte de comprensión sobre aquello que “nos sucede”, y la terapia surge como alternativa. Hartos de repetirnos y de sentir tensión en rostro, cuerpo y alma buscamos un espacio para sanar. Algo en nuestro interior quiere saber y necesita la experiencia de la verdad.

Ahora bien, ¡qué miedo da el dolor y sumergirnos en él! ¡Qué difícil y que coraje desnudarse frente a otro! Y qué humana esa primera reacción de querer solucionar todo rápidamente y de buscar respuestas fuera de nosotros mismos.

La forma que cada ser humano opta atravesar sus momentos dolorosos habla de su valentía y virtudes.

Ser virtuoso tiene que ver con estar en contacto con el propio poder, con la propia fortaleza (la palabra virtud viene del latín, poder o fuerza espiritual). Y este es  quizás uno de los objetivos de la terapia. Enfrentarnos con ese poder, tenerlo disponible y actuar desde él.

En el proceso de recobrar nuestro poder requerimos de un contexto amoroso. Es sabido que los niños para crecer necesitan un espacio seguro y sin violencias, y en muchas ocasiones sólo es necesario confiar en el desarrollo y saber que ese es su destino natural. Lo mismo sucede para despertar nuestra fortaleza. Necesitamos de algo similar: confianza, paciencia y  amabilidad con nosotros mismos.

Confianza para descubrir o desempolvar nuestra fortaleza y creer que podemos lograr una estructura interna que nos sostenga más allá de los avatares ineludibles de la vida.

Paciencia para tolerar que los procesos pueden resultar lentos para nuestras expectativas iniciales.

Amabilidad para acariciar cada gesto de grandeza que surge en el camino y para alcanzar la perspectiva serena de nuestro observador interno que sabe,  que todo lo que nos ocurre,  puede ser utilizado para nuestro crecimiento.

La crisis nos puede dejar mejor que nosotros mismos un tiempo atrás, si nos permitimos comprender que es aquello que está tratando de nacer por su intermediación.

Lic. Carolina Gowland