Crisis
Familia y Pareja
Reflexiones
Crianza
Potenciales de Salud
Inicio » Crisis, Destacado, Potenciales de Salud

Ser Adulto en el siglo XXI

Es común escuchar por estos días frases que hablan sobre la necesidad de recuperar el rol adulto porque está en Crisis, pero… qué significa esa frase?

Hace algunas décadas los jóvenes festejaban y esperaban con ansiedad la llegada de la adultez, ya que ella les abría numerosas puertas, a la  libertad, la independencia, etc …

Hoy, tememos su llegada y nos escapamos de la misma con un ropaje “adolescente”.

Pero… por qué está en crisis el rol adulto?

A mitad del siglo XX se dieron algunos cambios que nos llevaron a quedarnos sin referentes estables:

  • Nuestros padres dejaron de ser modelos a seguir.
  • Las grandes ideas religiosas fueron cuestionadas
  • La búsqueda de la igualdad entre el hombre y la mujer los dejó sin roles definidos, entre otras cuestiones.

Es así como los adultos de hoy nos quedamos “huérfanos” de ideas, de modelos, de roles…

Hoy encontramos conviviendo, al menos tres tipos de adultos fácilmente reconocibles. Cada uno con sus aspectos positivos y negativos, pero que no arman ningún modelo estable.

Tenemos a “Los Tradicionales, que son los que saben qué hacer porque hacen lo que “hicieron sus ancestros”; sosteniendo así los roles tradicionales de hombre Proveedor y mujer Ama de Casa, intentando negar cambios.

Este modelo, al contar con un marco explícito de pautas claras a seguir, como positivo, permite al adolescente tener contra “qué y quién” rebelarse pero como negativo puede que caigan en el autoritarismo, al intentar sostener un modelo que actualmente no encuentra eco

Como segunda opción están “Los Adolescentes”, son los adultos por edad pero que no aceptan ubicarse en un lugar distinto al de los jóvenes; son los “compinches o amigos de los hijos”, los eternos jóvenes.

El problema es que hay un igual, por lo que no hay contra quién oponerse y al negarse a poner límites llevan muchas veces al abandono, dejando a los chicos con responsabilidades para las que todavía no estaban preparados.

Lo positivo es que cuentan con una posibilidad de diálogo mayor que los tradicionales.

El tercer grupo podemos llamarlo “ Los Inseguros”,  que son aquellos que intentan por un lado no imitar a sus padres pero sí tratando de ocupar el rol adulto; a costa de cuestionarse su proceder en todo momento.

Temen cometer errores que causen daños irreversibles a sus hijos y buscan ayuda continuamente. Reconocen el valor de los límites, pero desconocen cómo ponerlos, e inclusive  a veces llegan a ser víctimas de maltrato por parte de sus hijos.

Es positivo como modelo, el hecho de pensar y re pensar sus acciones pero a veces para compensar la inseguridad y vaguedad de los mayores, puede que se generen hijos  hiper maduros que tranquilizan o apadrinan a sus propios padres.

El siglo XXI nos depara la creación de nuevos modelos de adultos, la experiencia deberá servirnos para ello, y de su necesidad no quedan dudas.

A diario vemos qué pasa cuando un chico crece libre de adulto, son niños que no respetan a otros, que se creen solos en el mundo, que sólo exigen…

Esta “supuesta libertad” lejos de aumentar la creatividad y la capacidad de aprendizaje, generó lo contrario; ya que educar a un chico supone trasmitir el conocimiento de sus límites sin mutilar por ello su personalidad y para ello se necesita de un Adulto!.

Ser adulto no significa ocultar las limitaciones, sino aceptarlas.

Debemos reconocer nuestros límites “qué podemos y qué no podemos, qué pudimos y qué ya no podremos”, y terminar con esta “pseudo adolescencia”

Tememos que nuestro hijo nos odie si le ponemos límites, pero la teoría y la experiencia demuestran que eso puede pasar cuando justamente no les damos la noción suficiente de límite que les permita vivir en sociedad.

Debemos trabajar en este tema, ya que es una deuda pendiente con los que nos suceden

A continuación transcribo un Manifiesto con el que finaliza el libro “Adultos en Crisis, jóvenes a la deriva”  de la Dra. Silvia Di Segni Obiols ya sintetiza la intención de este artículo de manera muy esclarecedora:

“Nosotros, los adultos, tenemos que ocupar nuestro lugar ante las otras generaciones.

Ser adulto no significa dejar de disfrutar, de reír a gritos, de emocionarse, de apasionarse, de jugar; significa saber cuándo no tiene sentido hacerlo. Significa, básicamente, terminar la niñez y la adolescencia en aquello que nos impide manejarnos bien con la propia realidad y con los otros; abandonar la omnipotencia, reconocer a los otros en sus necesidades y deseos, aprender a esperar, adquirir autonomía. Abandonar la omnipotencia es imprescindible para no creerse dios ante los demás y para no sentirse irrompible ante uno mismo; reconocer a los otros supone preocuparse por conocerlos, escucharlos, aceptar las diferencias, gastar tiempo y esfuerzo en llegar a acuerdos ; aprender a esperar permite postergar placeres en el corto plazo para obtener logros en el mediano, hacer esfuerzos y tolerar frustraciones, no por amor al sufrimiento, sino para conseguir lo que queremos.

Durante siglos nos ubicamos en un lugar especial del que caímos abruptamente; llevamos algunas décadas en crisis. Es hora de que salgamos de ella.

Debemos ocupar el rol nosotros mismos, en cada casa, en cada escuela. No esperar que otros cubran el lugar que dejamos vacante y adopten a quiénes dejamos huérfanos; no pedir a gritos que alguien, una figura fuerte, autoritaria -o incluso nuestros hijos-, nos adopte a nosotros. Ocupar el rol significa delimitar claramente qué podemos hacer y qué no; buscar el apoyo de pares para lograr lo que individualmente sea más difícil. No significa renunciar a la  diversidad sino, por el contrario defender esa diversidad a todo costo, debemos salir de la Babel en que vivimos, dando lugar a acuerdos mínimos reales, no de forma; que nos permitan actuar en conjunto y contener con cierta coherencia a los más jóvenes. Contamos para ellos con posibilidades de comunicación y conocimiento que no tuvieron las generaciones anteriores, no podemos desperdiciarlos.

Ocupar el rol nos obliga a buscar información, a pensarla críticamente. Ser adulto significa, entre otras cosas, que disponemos de nuestra capacidad de pensar. No podemos dejar de usarla.”


Lic. María Cecilia Bodon