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Los límites se construyen desde el inicio

El mejor fuego no es el que
se enciende rápidamente”
George Eliot

Quiero tiempo pero tiempo no apurado…

Dice Carl Honoré en su libro “Elogio a la lentitud”:

“…ciertas cosas no pueden o no deberían acelerarse, requieren tiempo, necesitan hacerse lentamente. Cuando aceleras cosas que no deberían acelerarse, cuando olvidas cómo ir más lentamente, tienes que pagar un precio (…) Es inevitable que una vida apresurada se convierta en superficial. Cuando nos apresuramos, rozamos la superficie y no logramos establecer verdadero contacto con el mundo o las demás personas…Cuando las cosas suceden con tal rapidez, nadie puede estar seguro de nada, de nada en absoluto, ni siquiera de sí mismo…”.

 

Vivimos en un mundo apurado, que suele tentarnos con ofertas para entretener a los niños, y con objetos para reemplazar a las personas.

¿Cómo descubrir el placer de dormir sereno si el que me cuida es un aparato llamado “Baby call”? ¿Cómo sentir el placer del contacto corporal en su función de envoltura psiquica, si un bebesit o un cochecito se convierten en el lugar donde “vive” un niño la mayor parte del día? ¿Cómo aprender quién soy, qué puedo o qué siento en la interacción con otro, cuando la televisión o los jueguitos de la computadora reemplazan al compañero de juegos?

En los tiempos que corren, vemos con cierta frecuencia, que muchos de los objetos mencionados se convierten en elementos de primera necesidad para la crianza, y los que en sí mismos no tienen nada de malo, siempre que no reemplacen a las personas, en sus funciones básicas para la construcción de la subjetividad de los niños.

Una de ellas, sino la más importante es la de la presencia del adulto para la construcción de los límites que contienen al niño.

No se pretende hacer aquí un planteo moralizante, sino conectarnos con las necesidades de los niños, y los padeceres de los adultos cuando no pueden comprenderlos.

Ambos sufren, pero quien tiene el poder de modificar algo, es el adulto.

Como punto de partida, vamos a definir qué es un límite. En el diccionario encontraremos distintas acepciones del término; rescataremos algunas, para tratar de ver esa definición en relación al tema que nos ocupa, los vínculos

Límite

  • Confín, lindero, frontera.
  • Fin, término.
  • Extremo que puede alcanzar lo físico y lo anímico. Llegó al límite de sus fuerzas.
  • Línea real o imaginaria que separa dos terrenos, dos países, dos territorios

Por tanto:

  • Marca un punto de encuentro y separación.
  • Ordena, acota, contiene.
  • Circunscribe, define, delimita.

Para construir un límite es necesario partir de un punto de encuentro, a partir del cual podrá discriminarse.

Winnicott, prestigioso pediatra y psicoanalista de niños, planteaba que para poder separarse, primero es necesario estar bien unido, de lo contrario la separación produce desgarros y rupturas dolorosas.

Cuando el bebé es muy pequeño, la omnipotencia, es una sensación temprana que le ayuda a organizar el mundo interno, y le permite sostener la ilusión de creer que, las cosas suceden porque él las crea a su medida y bajo la tiranía de su necesidad.

La teta aparece porque él la ha creado, y la presencia constante de su madre le confirma esta sensación. Este momento es imprescindible para la construcción subjetiva, ya que sin ilusión no podrá haber, luego, desilusión.

Este autor, acunó el término madre suficientemente buena, para designar a la figura que sostiene con su quehacer y afecto, esa ilusión. El suficientemente indica precisamente, que la madre irá graduando su disponibilidad, a medida que el niño va creciendo y ella va reintegrándose a sus tareas habituales.

Poco a poco comenzará a aparecer la frustración, y con ella la desilusión, ya que los ritmos son necesarios para un crecimiento saludable, imponen un orden sostenido en lo biológico. La figura del pediatra colabora y sostiene a la madre verificando la salud física del niño, y el padre hace lo propio, sosteniéndola para que ella pueda sentir seguridad en su accionar.

Orden que para establecerse, abre en el vínculo la interacción entre dos personas separadas, una pide, otra que responde, lugar distinto para comer que para dormir, y un tiempo de espera “satisfactorio” instituido por el adulto que tolera el llanto y maneja creativamente la espera. Así se construye la tolerancia a la frustración.

En segundo lugar, continúa, ordena, acota y contiene. Aquí los adultos en su función continente ofrecen un orden posible para un mundo complejo, inseguro y cambiante.

Y en tercer lugar, aparece el tema de los bordes, reales o imaginarios. No los que hacen tope, o son tan duros, ni aquellos signados por el no, sino los que contienen y protegen, flexibles y durables y que se sostienen desde la palabra y la acción coherente del adulto.

Los mismos que contemplan los opuestos, donde hay situaciones en que se dice no, y otras muchas en las que se dirá , como límites a la medida de cada niño y cada adulto, y no de los niños como un universal.

Lic Susana Maquieira

Este escrito es parte del libro “El desarrollo emocional del niño pequeño”.
Ed Novedades Educativas Colección de 0 a 5 años n° 71/2008