Las discusiones y la pareja
Existe una tensión y agresión que es inherente al ser humano.
¿Qué hacemos con ésto que es propio y qué necesariamente va a tender a expresarse?
Es tanto el miedo que a veces le tenemos a sus efectos negativos que tendemos a intentar suprimirlos, deshacernos de ellos, e incluso combatirlos. Sin embargo, esa característica, es sumamente útil a la hora de defender una postura, reaccionar ante lo que uno considera ofensivo o simplemente utilizarla para la descarga. Por supuesto, y como cualquier otro afecto- a la agresión-, hay que poder administrarlo y orientarlo.
Pero algo del orden de la descarga, hay que permitir, porque inevitablemente se abrirá paso.
Pensar las formas de comunicación de una pareja es pensar también en las discusiones como un probable, posible y usual modo de intercambio.
Solemos pensar que “las discusiones” son un exabrupto ocasional que habla sobre la disfuncionalidad de una pareja…yo creo que las discusiones, hoy día, tienen demasiada mala prensa. Pero esta afirmación merece una aclaración.
Estoy excluyendo las discusiones que alcanzan una magnitud o intensidad tan importante que provocan miedo, o las que buscan someter o que derivan en escándalos públicos que avergüenzan y humillan. También creo que debemos estar prevenidos respecto de la discusión como único modo de intercambio.
A menudo trato de discernir la forma en que discuten mis pacientes del fondo por lo que se discute. Puedo observar parejas que sin siquiera levantar el tono, y hasta casi con elegante y amable discurso, recrean climas fríos, crueles, donde la crítica o el egocentrismo racionalizado actúa sometiendo o dejando al compañero en la más honda soledad.
Como contrapartida, rescato y vuelvo sobre típicas escenas de familias italianas, tan utilizadas en los films clásicos, donde abundan los gritos de “mascalzone”, e incluso vuela algún manotazo que despeina o descoloca la típica boina. Aún ante ese ejercicio de la expresión agresiva uno no duda del afecto de los lazos que los unen. Digamos que asistimos a una cuestión de intensidad en la expresión. Así como asistimos a la misma intensidad cuando esos mismos “tanos” (los tomo porque son icónicos en esta cuestión. “Me salta la tanada” es un dicho alegórico!), festejan a viva voz con ponderaciones, los éxitos y alegrías que el mismo anterior “mascalzone” les propicia.
Rescato como esencial en un vínculo saludable, el estar con alguien que nos desee el bien, que nos acompañe, que no compita con nosotros, que vele por nuestro bienestar, que no nos utilice exclusivamente para sus propias necesidades. Lo podría expresar en palabras más complejas…pero creo que la salud y la patología puede expresarse también con sencillez y sentido común.
Una pareja recrea situaciones de amor, de necesidad, de dependencia muy primarias. Evocan lazos primitivos e históricos con nuestras figuras significativas. Esto va a generar sentimientos propios de esta relación: necesidad de cercanía, de protección, ilusión de que no nos frustren y bronca si lo hacen. Esta misma evocación de lo primitivo por parte de la relación amorosa es lo que hace que con la pareja utilicemos apodos, tonos y modismos cuasi ridículos por lo regresivos e infantiles (….que quedarán en secreto, por supuesto!)
Existen parejas “ruidosas”, discutidoras, pero que se quieren y se acompañan. Son parejas que tienen que poder volver sobre sus pasos, tener como herramienta el perdón o la posibilidad de la reflexión para darle un tratamiento más tranquilo al tema y abordarlo desde otro registro.
La discusión, es útil (o inevitable), en tanto sea una opción más en el repertorio de la comunicación de esa pareja. Un color más en la paleta del pintor de la comunicación.
Justamente la ausencia completa de discusión o pelea, más que llevarme a pensar en el emblemático e idealizado “qué bien que se llevan”, “ni un sí, ni un no”) me hace dudar acerca de la posibilidad expresiva que ese vinculo presta: muchos parteners no discuten porque se somenten, tienen miedo o vergüenza de hablar o de hacerlo enfáticamente.
En ocasiones no confían en la incondicionalidad, que es lo que me hace sentir que me puedo equivocar y me podés perdonar.
Una vez más asistimos a una cuestión de proporciones. Las discusiones mostrarían algo de las disfuncionalidad de la pareja sólo si ocupan mucho tiempo de la convivencia, es el único registro en el que pueden comunicarse o tiene el secreto objetivo de imponerse y someter; de otro modo, es una forma más de intercambio, de expresión y descarga de ciertos ánimos inherentes a ser humano.
Lic. Paula Mayorga