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Vivir en medio de “La Crisis”

Una vez más los argentinos,
nos vemos sacudidos
por la amenaza de crisis
financiera.

Una vez más la sensación de que nuestro esfuerzo no rinde,de que nuestro futuro paracería no depender de nosotros y las proyecciones que pudieramos hacer rozan con el azar…no controlo mi futuro.

Recordaba aquel 2001 dónde ni siquiera lo que ya se tenía como capital acumulado dejaba de ser una realidad “asegurada” para convertirse en un pasado económico “ficticio”. Pero también recuerdo que se sucitó un giro en las actividades cotidianas. En medio de aquella experiencia caótica, y mientras la gente golpeaba los bancos y aprendía a usar cheques y Banelcos, inexplicablemente, o al menos sin seguir la lógica del mercado, aparecieron más inscriptos en los estudios de pintura, en los espacios corales, en los talleres literarios…

Imposible privarse de hacer hipótesis. De hecho, esta es una invitación para ello. Inevitablemente y sin lugar a ninguna corroboración, se me impuso la idea de que el capital exterior y concreto podía ser arrebatado, confiscado, retenido, pero nadie podía “acorralar”, o apropiarse del capital interior, de la riqueza cultural, espiritual, o emocional acumulada. Esas experiencias tan desestimadas por lo sutiles, por lo inmateriales y que sin embargo hacen a la sensación de bienestar cotidiano, a la calidad de vida que no tiene que ver con cuánto tengo sino con “cómo lo vivo”.

Luego del impacto del “corralito”, y del cambio de referencias monetarias repentino, quedó claro, como experiencia colectiva, la falsa seguridad en que reposa el ser humano. Digo como “experiencia colectiva” porque siempre la noticia de que alguien quedaba desocupado, o quebraba, era una experiencia individual cuyo protagonista tenía que elaborar solo, sientiéndose tocado con la varita mágica de la desgracia mientras los otros, acompañaban la experiencia pero como puntual y ajena.

El 2001, con todas las asociciones fantasmáticas inevitables con la actualidad, deja al descubierto que cifrar la seguridad psicológica en el control de nuestros bienes  es una jugada ficticia y riesgosa.

¿Será en definitiva, la realidad,
una maestra implacable e insistente que promueve con la repetición
que elucubremos conclusiones?

Una misma realidad se siente como más dura o dolorosa según los pre conceptos que posee la persona. Cursamos la época donde el tener define al ser: alguien es exitoso si obtuvo logros económicos, si adquirió títulos universitarios, doctorales, etc.(“¿Y tu mamá qué es? pregunta la Seño. -“No es nada” dice el pequeño haciendo gala de esta escala de valores para clasificar a su mamá ama de casa). Esta indagación acerca de la evolución externa del individuo, medible en papel, no siempre es acompañada de una medición que aluda a su subjetividad: cuánto ama lo que hace, cuánta vocación quedó plasmada en ese proyecto, cuánto de la persona quedó realizada en esa tarea.

No todos los proyectos cotizan en Bolsa. Pero todos  cotizan en nuestra bolsa interna que tiene que ver con nuestra realización personal.

Esta divisa no es vulnerada por las leyes del mercado….
en realidad, apostar a ella,
nos hace no ser vulnerables a él.

Lic. Paula Mayorga