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Religión y Religiosidad

Aunque estos términos parecen sinónimos, distan de serlo y es interesante reflexionar sobre ellos.

En principio y a groso modo, podemos decir que las religiones son múltiples y variadas (budismo, cristianismo, judaísmo, hinduísmo, islamismo, etc), pero la religiosidad que las anima es una. La religiosidad común a todas radica en  el sentimiento  de que hay algo que me supera y me trasciende y con el que me siento relacionado.

Mientras que las religiones  comprenden normas morales, rituales, dogmas y ciertas doctrinas fijas que las diferencian  unas de las otras; la religiosidad es el sentimiento profundo que nos lleva a arrodillarnos frente a tal o cual altar…para agradecer, contemplar, rogar a un absoluto por encima de mí; la sensación de que habría un sentido en la compleja trama de la vida que no puedo abarcar, pero sí intuir.

En su bellísimo libro “Occidente mira a Oriente”, el profesor, Enrique Miret Magdalena (prof. En Teología), dice que los grandes especialistas en religión afirman que la religión no es asimilable a ninguna explicación psicológica, social o cultural, aunque tiene manifestaciones ideológicas, emotivas,  éticas, sociales y culturales…pero no se reduce a ninguna de ellas.

El mismísimo Einstein dice textualmente: ”Difícilmente encontrareis, entre los talentos científicos más profundos, uno solo que carezca de un sentimiento religioso propio. Para el científico Dios es el acogimiento universal, no es la imagen distorsionada de quien cree que sólo está pensando en premiar o castigar” “Tras lo que podemos experimentar científicamente se oculta algo inalcanzable a nuestro espíritu; algo cuya belleza y sublimidad se alcanza sólo indirectamente, y a modo de pálido reflejo; y en este sentido yo soy religioso”

Ocurre que la mala educación religiosa, o la concepción infantil de Dios, a veces ubica el caballo antes del carro y aparece la religión, en sus aspectos normativos por encima de la religiosidad, cuando la religión debería estar al servicio de esta. La religión nos ofrece, con sus rituales pautados, sus oraciones y elementos simbólicos, los canales materiales de los que se sirve una comunidad para expresar la emoción,  la devoción y el fervor de la religiosidad, de la espiritualidad que puja por expresarse.

Dice Planck: “Para el creyente Dios es un dato inmediato y primario, captado en los símbolos religiosos, y en la contemplación”

Y con esto alude a este saber, o sensación de estar acompañado en el cosmos, que no deriva del razonamiento ni de descubrimientos científicos, pero que acompaña al hombre desde el comienzo de la humanidad, cualquiera fuera el punto del planeta y época que habitara.

Pero en un tiempo donde el enorme y desproporcionado prestigio, se lo lleva “La Razón en su función de  guía y certificado de lo que es verdadero y falso (y no precisamente la lógica paradójica que se aplica en la ciencia moderna, tan semejante al pensamiento oriental) ¿Cómo admitir mi sentimiento religioso? Ese impulso a rezar en un momento desesperado, la emoción magnética y sagrada que me produce entrar a un templo, la espontánea sensación de que participo en una trama de sentido que me trasciende.

Son muchos los pensadores- entre ellos Viktor Frankl – que reflexionan sobre nuestra época y advierten que hoy día es el sentimiento religioso y no el deseo sexual  el que tiende a ser reprimido o difícilmente aceptado. Actualmente, avergüenza más admitir que se profesa una fe, que se alberga una creencia o se reza, que confesar deseos o prácticas sexuales. El tabú se ha desplazado durante las últimas décadas de la sexualidad a la espiritualidad. Así queda sofocada o escamoteada la necesidad de expresión de una de las dimensiones que constituyen el ser humano: la dimensión espiritual.

Sería bueno que el hombre se haga cargo de esta dimensión que lo constituye para participar direccionándola, e intencionándola. Sólo así podrá elegir  a qué adorar -ya que adorar parecería ser  esencialmente humano – reverenciando a un valor sagrado y no sacralizando “ídolitos”…En tanto impulso religioso,  la religiosidad se va a expresar  como retorno de lo reprimido o ignorado. ¿No son acaso los santuarios informales al costado de la ruta donde falleció tal o cuál  cantante prueba de esto? De que el ser humano necesita elevar un altar, pedir, ofrecer, agradecer y relacionarse con una instancia superior?

Porque los humanos estamos conformados por  varios linajes: el corporal o material, el intelectual  y racional, el emocional y psicológico, y así podríamos agregar el cultural, nuestra necesidad gregaria, etc…todas estas, junto y a la par de la dimensión espiritual se manifiestan espontáneamente y buscan su descarga y Recarga en la realidad. Las diferentes “capas” generan sus propios impulsos y buscan sus propios objetos. Así es claro que nuestra dimensión material requiera de cosas que la sacien: comida, ropa, agua, calor y admira y disfruta con la consecución de objetos; el intelecto libidiniza objetos abstractos como los conceptos, fruto de la acción del pensamiento; la dimensión emocional ama y busca amor, se satisface en el afecto. Así la experiencia espiritual necesita de un altar adonde arrodillarse (aunque no sea un templo! sino ante la mismísima naturaleza), de un ritual que evoque con un gesto la experiencia de conexión con algo superior y trascendente.

Lo alentador, y como reflexión final, es que el anhelo de trascendencia que parece llevar el ser humano en lo más íntimo, nos hermana, nos hace sentir iguales ante un valor supremo, puja por orientar a encontrar un sentido y a revisar una escala de valores enturbiada, y pregona por salir de una mirada limitada y egocéntrica.

¿Serán acaso fuerzas constructivas que orientan a generar un mundo mejor?

 

Lic. Paula M. Mayorga.

Bibliografía: -Miret Magdalena, Enrique. “Occidente mira a Oriente”. Ed. Plaza Janés

-Frankl, Viktor. “La Presencia Ignorada de Dios”  “El Hombre en búsqueda de sentido”