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Bullying u hostigamiento entre pares ¿Nueva forma de violencia?

Con cierta frecuencia escuchamos noticias tales como:

 “Por “linda”, atacan a chica a la salida de colegio cordobés” (8/20/2013)
“Denuncian que el chico que disparó en el aula fue víctima de bullying durante años” (11/2013)
“Se suicidó un menor de 9 años: habría sido víctima de bullying” (6/2013)

 

Dos son las reacciones más frecuentes: por un lado las que lo consideran un hecho novedoso, en crecimiento, que es mirado con enorme preocupación y consternación; y  por otro lado también escuchamos  ante los mismos hechos frases tales como “si esto pasó siempre”…. Son peleas entre chicos…, no hay que meterse” “Seguro que tenía problemas en su casa….”, etc.; desestimando la gravedad de esos actos.

 

Es cierto que situaciones de hostigamiento entre pares o bullying, como otras situaciones de violencia tal como la violencia de género, existieron en todas las épocas; sin embargo no siempre se tuvo conciencia de las complicaciones o consecuencias que trae a largo plazo y que es lo que hoy pone en escena la preocupación de la sociedad, de los profesionales de la salud y la educación.

 Que algo haya pasado no significa que esté bien o que haya que tolerarlo porque es una práctica de años, ahora sabemos sus riesgos y es importante tratar de evitarlos ya que muchas de sus secuelas pueden ser permanentes.

 

Pero… en toda pelea entre chicos hay un “buleado”?

No, la pelea ocasional o por un tema puntual no es bullying, tampoco lo es la pelea entre grupos.

El nombre “Bullying” se lo debemos a Dan Olwens, psicólogo noruego que lo describió hace 20 años. Proviene del término inglés “bull” (toro) por lo que podríamos traducirlo algo así como “toreando”, uso muy interesante de la partícula “ing” que indica que es algo que “va siendo”; porque justamente lo que caracteriza al bullying es que es un proceso que es sostenido en el tiempo y “va siendo y haciendo estragos en la persona hostigada”.

 

 Podría definirse como: “el acoso sistemático, la intimidación y maltrato entre pares de forma repetida y mantenida en el tiempo, casi siempre lejos de la mirada de personas adultas, con la intención de humillar y someter abusivamente a una persona indefensa por parte de una persona acosadora o de un grupo mediante agresiones verbales, físicas y sociales con la consecuencia de  temor psicológico y rechazo grupal” (Definición de la Guía del Gobierno de Canarias).

 

Este tipo de situaciones vividas reiteradamente van llevando a la desesperación, la baja autoestima, a diversos trastornos que interfieren en su desempeño diario y en casos graves puede llegar al suicidio.

Una situación de violencia con estas características tiende a anestesiar e impotentizar a la víctima, la que pasa a mostrar lo peor de sí mismo.

 Se instala un fenómeno circular donde una serie de comportamientos deliberados del agresor desencadenan ansiedad en quien lo padece provocando una actitud defensiva que a su vez genera nuevas agresiones.

 El miedo lleva a reaccionar patológicamente, lo que es utilizado para justificar nuevas agresiones.

 

¿Quiénes intervienen en el acoso y qué señales pueden encontrarse en ellos qué podrían ayudarnos a su detección?

Fundamentalmente intervienen: la persona que sufre el acoso (intervención forzosa), el o quienes lo acosan y el grupo observador.

 

Algunas señales a tener en cuenta por quien sufre el acoso pueden ser:

–          Ausentismo injustificado.

–          Baja rendimiento escolar

–          Sentimientos de culpa

–          Síntomas depresivos (irritabilidad, insomnio, pesadillas, falta de apetito)

–          Apatía

–          Conductas de ataque (bajo autocontrol)

–          Conductas de huida y evitación

–          Síntomas somáticos de ansiedad: gastrointestinales, opresión en el pecho, cansancio, rigidez, ahogos, mareos, dolor de cabeza, etc.

–          Síntomas psicológicos y emocionales de ansiedad: inquietud, nerviosismo, pesimismo, tensión.

–          Miedo a estar solo

–          Indefensión

–          Amenaza de suicidio o intento

–          Aislamiento

–          Negación de los hechos

–          Labilidad emocional (llanto descontrolado, respuestas emocionales extremas)

 

Señales en quienes acosan:

–          Agresividad verbal o física

–          Insultos

–          Bajo autocontrol

–          Agresiones contra la propiedad

–          Leguaje corporal ( miradas y gestos de rechazo)

–          Amenazas

–          Abuso de poder

–          Impulsividad

 

En el grupo observador:

–          Colaboración con la situación.

–          Aprobación  con su presencia

–          Reforzamiento de la conducta de quien acosa (estimulan)

–          Ignoran y aíslan al acosado (muchas veces por miedo a ocupar su lugar)

 

Hay una serie de falsas creencias que  acompañan la mirada de los adultos sobre estas situaciones y que pueden ser contraproducentes,  puesto que descreen o niegan la gravedad  permitiendo el paso del tiempo sin reacción por parte de quienes deben cuidar a los niños o jóvenes sólo agravando las consecuencias.

Sin embargo actualmente hay consenso entre los profesionales respecto a considerar que  las situaciones de acoso requieren de una mirada diferente y que es necesario tomar medidas porque ignorarlo aumenta el sufrimiento

 

Respecto a cómo trabajarlo y abordar el tema se recomienda trabajar por separado con cada parte, muchas veces se tiende a proponer mediaciones desconociendo que en situaciones de sometimiento no es una propuesta que pueda llevar a la resolución de un conflicto, ya que va a reproducirse o agudizarse  la situación de abuso de poder, allí también en el espacio de mediación. Una mediación es posible cuando ambas partes cuentan con los mismos recursos, no cuando hay instalada una relación desigual.

Es importante apelar a la escucha y comprensión de la situación con empatía.

 No hay reglas universales posibles de ser aplicadas. El no lograr comprender la situación desde el punto de vista del acosado muchas veces puede llevar a retraumatizaciones (por ejemplo cuando se considera exagerada la reacción ante un hecho).

 Es fundamental mantener la confidencialidad del hecho (muchas veces violada al no tomarlo con seriedad), la víctima debe tener plena confianza respecto de su cuidado, se deberán extremar los cuidados para que no se repita, garantizar el acompañamiento y buscar la manera de ayudar a la reparación de lo sucedido

A la familia también hay que brindarle ayuda, tranquilizándola respecto de que se están tomando la medidas necesarias  y mantenerla comunicada.

 

Es central tomar conciencia de que  la responsabilidad de detener el acoso es colectiva, todos (de distinta manera) son parte y reciben consecuencias; así como todos los intervinientes deben colaborar con su detención.

La solución no está en culpabilizar,  juzgar, o promover el castigo; sino en la reparación.

Cuando se desarrolla una interacción asimétrica y destructiva, lo único que hace es amplificarse progresivamente a menos que una persona exterior intervenga enérgicamente, ya que si en algún momento alguien reacciona de modo sano el proceso se detiene.

Todos los actores (víctima, victimario y testigos) salen empobrecidos siempre y todos necesitan de ayuda.

 

En Argentina el Congreso de la Nación promulgó el 11  de setiembre de 2013 la Ley 26892 (Ley para la Promoción de la Convivencia y el Abordaje de la Conflictividad Social en las Instituciones Educativas, conocida como Ley Anti-bullying) actualmente a la espera de su reglamentación. Donde se prevén instancias para su detección temprana y abordaje.

Lic. María Cecilia Bodon