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De qué cuidarnos además del Coronavirus…

 

De qué cuidarnos además del Coronavirus…

En estos últimos días todos estamos siendo bombardeados por diferentes tipos de información que ingresan a nuestras vidas por múltiples canales: teléfono celular, televisión, radio, charlas con amigos, etc. sobre el Coronavirus (COVID 19), declarado por la OMS como pandemia el 11 de Marzo.

Por supuesto que como profesional de la Salud Mental estoy atenta a lo que sucede, y tomo todos los cuidados recomendados por los especialistas para la protección tanto de mi salud como la de aquellos a los que me toca cuidar; sin embargo  es fundamental evaluar adecuadamente  los efectos no deseados que el exceso de información, muchas veces no chequeada,  puede provocar en algunas personas, porque somos responsables de ello también.

Las situaciones de crisis y emergencia siempre superan las posibilidades de afrontamiento de las mismas, por eso las personas se sienten sobrepasadas, desbordadas, con temor y desesperación; movilizan  sentimientos y temores primitivos. La enfermedad y el temor a ella, remite a un miedo muy primario que es la angustia ante la muerte.

Por eso y como intento desesperado  por controlar esas emociones  es que aparecen reacciones egoístas, insensibles y hasta crueles regidas por el “sálvense quien pueda”, muy conocidas por todos y replicadas una y otra vez.

Lo que motiva mi escrito es ayudar a entender la diferencia entre la responsabilidad pública que cumplen los medios de comunicación, dando a conocer los hechos que suceden el  mundo de manera inmediata, garantizando el derecho de brindar y recibir información, y ciertos efectos que la sobrecarga innecesaria de la misma puede provocar.

Es importante concientizar  sobre la responsabilidad de trasmitir la información con el cuidado necesario para no generar nuevas víctimas.

En Psicología de la Emergencia se utiliza una clasificación de niveles de víctimas implicadas en un suceso, con el objetivo de lograr una adecuada distribución de los recursos asistenciales entre los afectados. En el año 1981 Taylor y Frazer, contando con amplio consenso internacional, incorporan un nuevo nivel a la clasificación existente. Es decir que a las personas directamente implicadas por estar en el epicentro del desastre, sus familiares y amigos, al personal interviniente y testigos ocasionales, debió sumarse a  personas que aunque no estuvieran envueltas directamente en el área del impacto, pudieran desencadenar reacciones y consecuencias psicológicas, como en el caso de los telesespectadores” (García Renedo, M et Al. 2007), es decir personas implicadas de manera indirecta en las que se detectaron reacciones de miedo, inquietud y angustia “de consideración”, con posterioridad a haber visto imágenes de desastres sin haber estado presentes en los mismos. El haberlas reconocido como víctimas permite fundamentalmente diseñar medidas preventivas tendientes a la reducción de las mismas; ya que pueden ser “evitables”.

Es por ello que ante la situación actual, debemos tener presente que la información  sobre lo que está sucediendo es necesaria, pero es sumamente importante que ella sea brindada con un lenguaje claro y apropiado, sin adjetivos innecesarios, evitando la circulación de imágenes o datos que pudieran generar una sobrecarga emocional imposible de tramitar para algunas personas. Por ejemplo una cosa es informar la lamentable situación vivida por los profesionales italianos ante la necesidad de tener que  implementar el triage y decidir a qué persona se le asigna el único respirador disponible en un hospital, con el intento de alentar a  otras sociedades a tomar medidas preventivas tendientes a evitar que vivan una  situación similar;  y otra cosa muy distinta es repetirlo indefinidamente cada media hora en un noticiero, provocando el pánico en todos los abuelos del mundo que pudieran estar  escuchando  esa noticia, casi anticipándola como la situación en la que se encontrarán en breve; con consecuencias emocionales que pudieron evitarse.

Siempre debe primar el aspecto humano sobre el sensacionalismo.

La información adecuada nos permite cuidarnos, cuidar y responder asertivamente, si la sobrecarga nos inunda y causa pánico, justamente nos va a impedir actuar de la manera adecuada que los tiempos del Coronavirus nos impone.

Evitemos la sobreinformación y verifiquemos que la que recibimos sea de fuentes confiables, restrinjamos el tiempo dedicado a escuchar las mismas ya que no es necesario estar las 24hs del día conectados con ellas.

 Seamos responsables a la hora de reenviar algo recibido y no colaboremos con la propagación del miedo, ya que sus consecuencias pueden ser también de gravedad.

En tiempos del Coronavirus cuidemos la salud física pero también la salud mental de todos nosotros.

Lic. María Cecilia Bodon – Marzo 2020