Para los judíos y los cristianos, sobreviene un tiempo sagrado que nos deja varios días feriados aludiendo elocuentemente a su importancia. Días que aprovechamos, entre otras cosas, celebrando con nuestros seres queridos, y nuestra forma de demostrar nuestro amor en tiempos de pascuas es regalando huevos.

De manera somera y a vuelo de pájaro, los invitamos a pensar y por qué no a vivir, los símbolos de los cuales se va a revestir La Pascua.

La colectividad judía celebra su liberación, su viaje a la Tierra Prometida. Su salida de la esclavitud, pero siguiendo una audaz promesa: la de Moisés y su pedido de “síganme”, dejando atrás las penurias, por supuesto…pero también lo conocido, lo familiar…

Los cristianos reviven la Pasión de Jesucristo: su apresamiento, flagelo y crucifixión. Pero sobre todo su Resurrección. Mientras en sus elocuentes sermones, Jesús hablaba de su irremediable muerte, necesaria para llevar lo humano al límite, trascendiéndolo, difícil fue para sus seguidores seguir siéndolo cuando la muerte no era un decir sino un hecho y había que esperar su, ahora tan incierta….resurrección!

Se nos hace evidente, entonces que en ambas Pascuas hay un punto de unión: el asumir un riego sin seguridad a priori (a no ser que se descanse en la FE…atributo de pocos). Supone inaugurar un nuevo estadio, un punto final a lo que se daba y la escritura de una nueva parte de la historia.

Y supone que lo que guía es un pensamiento crédulo, arriesgado, intuitivo….que no sabe de su segura recompensa (hasta parece imposible), pero que la busca con Fe, con intensidad y dejando atrás las proyecciones racionales que lo califican como imposible. Se busca apoyado en un saber interior.

La religión, en definitiva, es nuestra forma de organizarnos para vivir cuestiones profundas y sagradas. La religión con sus obligaciones, prescripciones, y altares donde arrodillarnos, nos proveen estímulos concretos para satisfacer a nuestro linaje material: necesito una imagen para mis ojos, y palabras que, por el canal de la audición estimulen mi intelecto….y mi corazón. Nos provee de metáforas para reflexionar, de símbolos para adorar, contemplar. Su aporte es valiosísimo, siempre y cuando no creamos que Dios ES eso, sino los valores espirituales que pulsan por detrás.

Agregamos el tercer símbolo que mencionamos? Hacen su aparición estelar los huevitos de pascua.

A lo largo de la historia lo profano se va mezclando sutilmente con lo religioso. ¿Será una mezcla desprolija y azarosa?. Pues en este caso más bien parece todo lo contrario…los huevitos y las liebres o conejos pascuales aparecían como íconos acompañantes de la diosa de la primavera (se la retrataba con uno en cada mano) que explotaba con todo su poder transformador y renovador.

Nuevamente asistimos a la celebración del “cambio de estado”, sólo que simplemente aquí lo trae la poderosa naturaleza. Cuando todo parece muerto, los tres símbolos, en definitiva idénticos, nos hablan:…la renovación y nacimiento; la Tierra Prometida para unos, la Resurrección para los otros.

Desde el Equipo de Psicoterapia y Asistencia en la Crisis les enviamos un gran saludo de Pascuas.

Lic. Paula. M. Mayorga