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Necesito decirte adiós…

 

 

Necesito decirte adiós…

 

 

Nadie como tú para hacerme reír
Nadie como tú sabe tanto de mí
Nadie como tú es capaz de compartir
mis penas, mi tristeza, mis ganas de vivir,
tienes ese don de dar tranquilidad
 De saber escuchar, de envolverme en paz. 
(Nadie como tú. La Oreja de Van Gogh)

Las situaciones que implican la pérdida de un ser querido y valorado, inevitablemente imponen un duelo por hacer.

Desde el inicio de la cuarentena y debido a la obligatoriedad de restringir al máximo las reuniones sociales,  muchos aspectos de nuestra cotidianeidad se vieron alterados. Uno de los que merece detenerse a pensar tiene que ver con la imposibilidad de despedir a las personas significativas que en este tiempo fallecieron….y no sólo por Covid.

Seguramente todos conozcamos a alguien que pasó por alguna situación de este tipo,  a los que les tocó estar muy a solas con sus muertos sin el calor de los amigos y familiares; o que siendo un amigo del fallecido quedó sin poder despedirse, ya que a las casas velatorias y entierros sólo se les permiten el ingreso (en un número muy acotado) a los familiares directos.

Los amigos siendo los testigos de la vida, los cómplices, los que conocen palmo a palmo los rincones de la vida del otro, los que podrían escribir su autobiografía sin fisuras, los que conociendo lo mejor y lo peor…siguieron estando ahí…sin embargo, esta vez quedaron del lado de afuera de la sala… clamando por ser admitidos para tener el lugar que deberían tener y trabando un camino que debería poder iniciarse. 

Los rituales de despedida, aunque gozan de mala prensa especialmente en la cultura occidental, tienen una importancia fundamental para el inicio del proceso de la elaboración y aceptación de una pérdida. Permiten comenzar a  aceptar lo sucedido, sin las trampas que a veces la mente impone intentando desconocer o transformar lo que no ve concretamente, aferrándose así al fantasma de la continuidad. También son la oportunidad de compartir el dolor con otros, registrando la fuerza de la red que sostiene en los momentos más difíciles, al respecto San Agustín dice “si hay dos para un dolor, duele menos”.

Se sabe que a las personas que no han tenido la oportunidad de estar en esos momentos con sus seres queridos,  se les complica la aceptación de lo sucedido; así como muchas veces sobrellevan el momento con un sentimiento de culpa que se adiciona al dolor por la pérdida.

Siendo ésta, la semana la semana de la amistad, en la que seguramente esas ausencias cobrarán una presencia tangible, quizás sea una oportunidad para  iniciar de modo simbólico aquella despedida que quedó trunca y que permitirá iniciar la tarea de duelo que ya debió haber empezado.

Puede ser  oportuno pensar en el amigo fallecido, en cómo les hubiera gustado saludarlo en este día del amigo, escribirle una carta, tener una charla imaginaria, organizar un encuentro con esas otras personas con las que hubiéramos charlado, quizás reído, en su velorio y que sabemos tienen sentimientos parecidos. Es saludable intentar expresar todo aquello que quedó sin poder decir, dejando que las emociones que los visiten puedan encontrar un cauce de salida.

Encontrar otras  formas de rendir homenajes, va a  colaborar con cerrar aquello que quedó inconcluso.

David Kessler señala “la mayoría de las cosas que poseemos tienen un significado para nosotros no por ellas mismas, sino por lo que representan. Y lo que representan es nuestro para siempre”, esa será la ganancia del duelo cuando termine: vivir con las huellas del otro en mí pero entendiendo que ya no está.

Mi homenaje en  este día del amigo a todos los “amigos” que necesitaron decirse adiós y no pudieron.

Lic María Cecilia Bodon- Julio 2020