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Crisis

En Chino la palabra “crisis” está compuesta por dos ideogramas:
peligrosidad + oportunidad.
El significado se encuentra en la resonancia de estas dos palabras, ni en una ni en la otra por separado…

Tal vez alude a que nada nuevo, necesariamente nuevo, pueda producirse sin que se deconstruya lo anterior (voluntaria o involuntariamente).

Pero no nos precipitemos hacia sus supuestos beneficios, reflexionemos acerca del temible impacto que es entrar en una crisis.

Porque de la crisis se sabe cómo se entra,
pero no cómo se sale…

Digamos primeramente que la crisis es una cuestión de proporciones: una persona, empresa, organismo, colapsa cuando los recursos de los que dispone no alcanzan para resolver el conflicto al que se enfrenta…es por eso que no hay un correlato de “a tal suceso le corresponde tal magnitud de crisis”.

Los recursos son aquel potencial innato, aprendido o madurado del que el individuo dispone.

Disponemos de un bagaje de mecanismos que habitualmente utilizamos para enfrentar la vida de manera tal que logramos reequilibrarnos ante los conflictos que ella nos va suscitando, pero un día nos encontramos con un desafío que no se rinde ante nuestra metodología y el reequilibrio esta vez no llega, y el aguijón no deja de acicatearnos…

No pudiendo transformar el afuera ni escapar de él, nos vemos obligados a modificarnos, modificar nuestra propia estructura para poder dar cuenta del problema.

Nos tenemos que reinventar. Pero esto es simultáneo a dolorosos sentimientos de frustración, de tensión (porque la necesidad no ha sido saciada y clama por hacerlo), de miedo, ansiedad, sensación de ineficacia, de despersonalización: tengo que ser otro que el que antes era si quiero sobrevivir a la situación crítica…

Merece mencionarse el agregado de ser Occidentales esto es, vivir en un hemisferio que presenta el éxito y la omnipotencia como modelo publicitario y que no gusta de hablar de sus miserias e incertidumbres.

¿No es entonces el período de la crisis un disparadorde sentimientos de culpa y vergüenza también?

Como sea que fuere la adversa situación, la vida puja por desplegarse, aún ante pérdidas impensables por su dolor como es la muerte de un hijo, muchas personas se sorprenden de haber seguido adelante incluso, casi sin contar con su propia voluntad.

La vida insta a absorber los golpes, a perpetuarse.

Por eso es probable que nadie imagine siquiera su capacidad de tolerancia hasta que alguna temida situación le ocurre sin posibilidad de ser esquivada. Por supuesto que a esta fuerza vital debemos agregarle los saldos positivos o negativos de el pasaje por anteriores crisis (que aumentará o disminuirá la autoconfianza), el sostén real que va a brindar la familia o el entorno, incluso la jugada que tendrá el azar.

Dice el dicho popular “Lo que no mata fortalece” y con esto alude, a modo criollo a la oportunidad que trae el pasaje en la peligrosidad de los tan mentados chinos.

Todos los que pasaron una profunda crisis (No hace crisis cualquiera sino “quién puede permitírsela” dice Carmen Lent) y salieron de ella refieren una sensación primera de entrada en el infierno, de pozo sin salida, de noche oscura, seguida por un encuentro sincero consigo mismo, una profundización de la visión cotidiana que vira de lo superficial a lo más nodal o existencial.

Y es allí donde se producen las nuevas elecciones, los cambios de paradigma, el instarse a responder con una suerte de “coraje vital” parafraseando nuevamente a Lent. Y finalmente: la salida de la crisis.

Dijimos que de la crisis, no se sale igual a como se entró:
la salida es progresiva o regresiva,
pero es imposible eludir la mutación.

En términos vulgares: quedaremos mejor o peor que lo que éramos, nunca igual. La salida progresiva o sea, la utilización a pleno de la oportunidad, no es sólo la adaptación a la situación que nos tocó vivir, sino la modificación cualitativa del sujeto que soy enriqueciéndolo. Sucedió una reestructuración, una actualización y puesta en marcha de un potencial hasta ahora ignorado.

Esto deja un saldo de confianza en mis propios recursos, y cierta sensación de orgullo o sabor a éxito por no sucumbir en la batalla.Esta sensación de confianza y de valía queda como reserva para el Yo y se traduce en la disminución del miedo ante futuras crisis, en una expectación menos ansiosa y pesimista ante la posibilidad de volver a tener que transitar el camino de la crisis si, la tan poco previsible vida, nos convoca a hacerlo nuevamente.

Lic. Paula Mayorga.