¿Cómo se puede acompañar a la víctima para que se sobreponga? Los especialistas coinciden en la necesidad de un abordaje interdisciplinario en cuidados críticos y paliativos a través de profesionales especializados.
Paula Mayorga, coordinadora del Equipo de Psicoterapia y Asistencia en la Crisis, considera que los primeros momentos son extremadamente difíciles. Menciona que lo inicial es “explicarle a la víctima, que está confundida, con su psiquismo conmovido, conmocionado, que va a tener que hilar, historizar y entender lo que le pasó”.
En su caso, lo primero que hace es poner en palabras lo sucedido y decirle que, en pos de buscar justicia, se le va a pedir un poco más: que se haga análisis, por ejemplo. “La intención es que le encuentre sentido a los pasos que se le van a pedir, porque su cuerpo trae pruebas para que se haga justicia”, dice. Y aclara: “Pero como es una víctima, si bien uno le explica no la obliga a nada. Ella es la que va o no a hacer la denuncia. Es muy difícil esa primera parte, porque ella llora, está en shock, tiene ganas de bañarse, de estar sola, de irse”.
En relación con lo judicial, el licenciado en Psicología Alejandro Viedma apunta que “en cada hecho de estos es necesario que haya justicia para que la víctima y sus allegados puedan empezar a sentir que existe algo reparador del gran daño provocado”.
La licenciada Vazquez suma como indispensable en ese primer momento: “Escucharlas, no juzgar, creerles, contenerlas, acompañarlas, ofrecerles irse del lugar donde padeció la violencia sexual y del campo visual de sus agresores y su proximidad para resguardarla en un lugar seguro y establecer confianza para que cuando pueda y lo decida exprese sus temores, angustias, sentimientos”.
Los especialistas coinciden en que a mediano y largo plazo a la víctima se le sugiere psicoterapia y, en algunos casos, tratamiento psiquiátrico (si se atraviesa una depresión, por ejemplo).
Dice Mayorga: “Una le sugiere una psicoterapia porque sufrió un ataque, su vida corrió peligro y, además, fue un ataque agresivo y sexual, que tiene todo un simbolismo. La sensación de ultraje, de vulnerabilidad pueden producir que una persona se disocie, niegue, llore, sienta bronca. Lo normal es que pase por todos esos matices”. Y agrega que también suele aparecer la culpa. “El terapeuta va actuando y una de las cosas que va diciendo es que no hay culpa, que uno tiene el derecho de confiar en alguien, que ella no estuvo mal por confiar, sino que el otro estuvo mal por abusar de su confianza. Uno va de a poco repuntuando algunas cosas”.
Viedma también hace hincapié en desculpabilizar y menciona el espacio de terapia como un lugar donde las víctimas se sientan oídas, cuidadas y eso hará que se mitigue la vergüenza y los temores que puedan experimentar cuando finalmente se animen a relatar el horror vivido. “Que puedan concientizar que fueron abusadas es el primer paso para que lo pongan en palabras en un contexto contenedor, lejos de la revictimización, con sus tiempos y formas”, dice.
Y toca un punto que considera crucial en este proceso: “Deberá hacerse un seguimiento serio y contenedor de la víctima. Ese es un punto del cual no se habla, se sabe poco y no se suele trabajar del todo bien. En el mejor de los casos, cuando la noticia se viraliza se actúa en la urgencia, en la emergencia y, si queda ahí, el acompañamiento es breve, insuficiente, incompleto”. Aclara que, como en el duelo, el tiempo y el pesar son bien particulares de cada persona y no puede pensarse que una mujer que ha padecido semejante trauma pueda recuperarse en “dos días”.
Además del acompañamiento terapéutico es fundamental la presencia de amigas, familia, seres queridos. Como dice Mayorga: “Yo les sugiero una disponibilidad cercana, muy atenta, así la víctima si quiere hablar puede hacerlo, si quiere distraerse encuentra esa posibilidad. Es una discreta disposición a la compañía. Es intuitivo, perceptivo de estar al lado de la persona”.
Su colega Vazquez agrega: “Su entorno de confianza socio-familiar puede acompañarla para protegerla de recaídas en caso de que se agudicen o se recrudezcan los síntomas o haya riesgo suicida”. Esto es parte de ese seguimiento sostenido en el tiempo del que hablábamos antes.
Escobar suma: “No podemos perder de vista que las personas damnificadas reaccionan como pueden, hablan cuando pueden, se reponen cuando pueden (si es que pueden). En este punto, la empatía, la contención familiar, el apuntalamiento terapéutico son fundamentales para sostener y recomponer algo de lo que era esa persona antes del hecho traumático”.
Estas experiencias de abuso dejan una huella profunda, alteran el desarrollo psicológico, físico y emocional, impactan en las relaciones interpersonales, familiares, íntimas, laborales. Como estamos atravesados por el lenguaje, el espacio terapéutico, que pone en juego la palabra, es uno de los caminos para elaborar el traumay empezar a reparar.