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Discriminación por causa de ser mayor.

El Edadismo es la discriminación por edad.

Las discriminaciones de cualquier tipo, no siempre son estridentes, evidentemente crueles y sonoras. De hecho, lo que mayor peligro reviste es su actividad subliminal y silenciosa. Al punto que uno puede sentirse plenamente seguro que la opinión o la representación que tiene sobre tal o cual tema es inequívoco, universal, casi una obviedad.

Progresivamente se han ido visibilizando discriminaciones en torno al género, a la etnia, a la orientación sexual (entre otros), por siglos incuestionadas.

 Aun así  se requerirán décadas de continua deconstrucción basada en nuevas generaciones de padres, maestros y figuras significativas que detengan la transmisión sin fin de los prejuicios discriminatorios.

El hogar es el primer prisma con el que veo el mundo. El mundo y sus “cosas” me son presentados, y la representación que de ellos haga no escapa a la manera en que mis cuidadores las ven. Ellos me dan una primera – y muy pregnante- versión del mundo.

Pero volvamos al edadismo – más informalmente conocido como “viejismo” (Ageism, así lo llamó R. Butler en 1969), es ese conjunto de estereotipos o prejuicios que recaen sobre los adultos mayores y que llevan a una discriminación –explícita o implícita- simplemente por su edad.

Dudar sistemáticamente de su capacidad, recortar sus posibilidades de trabajo asumiendo pérdida de energía o funciones cognitivas, tratar al adulto mayor como un niño, son actitudes que enfrentan a diario.

Cada edad utiliza lenguajes, procedimientos y tecnologías que requieren de un aprendizaje vertical inverso: que los más jóvenes enseñen a los más grandes. Ocurre muchas veces que los viejos son mirados como causa perdida, lo que lleva a cercenar progresivamente su autonomía y volverlos dependientes.

Restarle autoridad a su palabra y sus preferencias es otra de las actitudes perniciosas que suelen encubrir la justificación para decidir sobre su vida y coartar sus derechos.

Pero más invisibles aún son algunas cuestiones como la falta de representación en cines, teatros, publicidades (que no sean de dentaduras postizas excluyentemente). Esto encierra solapadas concepciones sobre una vida que se presume poco interesante, poco apasionada o antiestética. Ni qué hablar sobre la nula asociación entre el adulto mayor y la sexualidad! Siendo éste un tema íntimo, el no tener visibilidad salvo en su alcoba, los deja solos y sin referentes que toda persona necesita para cotejarse, identificarse e incluso aprender para sí.

Por suerte, muchas miradas inteligentes están posadas sobre esta temática – allanándonos el camino de volvernos grandes (si tenemos esa suerte)- y por ello estuve en  enriquecedor contacto con profesionales que se están ocupando de “La Segunda Mitad” (además nombre del libro del Dr. Diego Bernardini recientemente editado) o de “Cambiar el modo de percibir el Futuro” como es el caso de la Lic. Carolina Iglesias en su página de Ig senes.personasmayores.

Lic. Pole Mayorga